Aunque esta sequía parezca estacional, rutinaria, normal para este tiempo, no lo son así la depredación de las montañas del país, la degradación contínua de las cuencas de sus ríos y los incendios que complementan la asolación de las montañas que atraviesa la isla.

Se han identificado 108 cuencas hidrográficas con unos 600 cursos de agua (ríos y arroyos), pero de éstos, 8 de cada 10 sufren grave degradación a causa de la deforestación y la erosión de los suelos, mientras el abastecimiento de agua potable está en crisis ascendente y la productividad de la tierra disminuye grandemente.

Ante la crisis recurrente, en junio de 2021 el Gobierno dominicano lanzó el Plan de Manejo Integral de las Cuencas Hidrográficas Prioritarias con el fin de garantizar el agua como recurso indispensable para el desarrollo del país.

Estábamos frente al anuncio de un plan con buenas intenciones. El proyecto arrancaba en una jornada de reforestación en San José de Ocoa con el propio presidente de la República, Luis Abinader y el entonces ministro de Medio Ambiente, hoy fenecido, Orlando Jorge Mera.

Ambos informaban de las acciones para reforestar 15 cuencas y subcuencas hidrográficas que abarcan 17,606 kilómetros cuadrados, entre estas las de los ríos Yaque del Norte, Yaque del Sur, Macasía, Ozama-Isabela, Baní y Nizao. Se crearían 8,900 empleos verdes, integrando a los comunitarios a la reforestación y restauraciones ecológicas en un total de 620 mil hectáreas y con una inversión de más de mil millones de pesos.

Del plan, de su ejecución o resultados, poco se supo hasta que en febrero pasado el mismo presidente Luis Abinader informaba de su relanzamiento. Esta vez cambiaron las cuencas y se giró la atención hacia los ríos Nizao, Yaque del Norte, Yaque del Sur, Yuna y Ozama.

En medio de la sequía, el gobierno sumaba el apoyo de la Fundación Sur Futuro con Melba Grullón a la cabeza y se anunciaba justo al cerrar el Primer Encuentro Nacional de Gestión Integral de Cuencas Hidrográficas: “Compartiendo experiencias por el agua y la vida”. Luego vinieron los incendios y las montañas siguen esperando por la reposición de los árboles perdidos para poder atrapar humedad y preñar la tierra de agua nuevamente.

¿Quién con sano juicio no apoyaría, se integraría, ayudaría una acción así cuando las advertencias sobre el estado de los ríos, sus cuencas y sus bosques nos recuerdan que nuestra vida depende de ello?

Más allá de los empleos verdes para impulsar la acción, habría que mirar a las escuelas, al Ejército, a la sociedad civil, grupos ecologistas, iglesias, zonas francas, todo el Estado en una especie de iniciativa patriótica que hasta acercaría a una sociedad que cada vez luce más dividida pese a tener tantos retos para enfrentar juntos.

La Conferencia del Agua, la ONU y la iniciativa de restauración de ríos y humedales

El Gabinete del Agua de República Dominicana en la Conferencia del Agua de la ONUen Nueva York la semana pasada.

Aunque sin ningún documento vinculante, los resultados de la Conferencia del Agua de la ONU celebrada la semana pasada en Nueva York se trata de un evento motivador, catalizador que debe mover a la acción.

Una coalición de gobiernos lanzó el Desafío del Agua Dulce, la mayor iniciativa jamás emprendida para restaurar ríos, lagos y humedales degradados, que son fundamentales para hacer frente al empeoramiento de la crisis mundial del agua, el clima y la naturaleza. La iniciativa está liderada por Colombia, la República Democrática del Congo, Ecuador, Gabón, México y Zambia.

El Desafío tiene como objetivo restaurar 300,000 km de ríos, lo que equivale a dar más de siete veces la vuelta a la Tierra, y 350 millones de hectáreas de humedales, una superficie mayor que la de la India, para 2030.

El sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, publicado esta semana, destaca los graves efectos del cambio climático en los ecosistemas de agua dulce y subraya la necesidad de protegerlos y restaurarlos para mejorar la adaptación y construir sociedades, economías y ecosistemas resilientes.

De la sequía dominicana a la Agenda de Acción por el Agua

Infografía Conferencia Mundial del Agua ONU 2023. Fuente: iagua.es

Justo cuando la sequía se ensaña contra el país y contra gran parte del mundo, sobrevuelan en las páginas de los medios y redes sociales los compromisos de la Agenda de Acción por el Agua.

Se trata de un documento que incorpora los principales aportes de más de 30 países de América Latina y el Caribe, incluyendo a 200 participantes presenciales y más de 2000 participantes virtuales durante los Diálogos del Agua convocados por la Conferencia Económica para América Latina (CEPAL) en febrero pasado. A la fecha ya se han registrado en la plataforma de la Agenda 711 compromisos de distintos países.

A la Conferencia del Agua de la ONU 2023 asistió la República Dominicana. Allí, el Gabinete del Agua encabezado por el ministro de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el economista Miguel Ceara Hatton, presentó los resultados del trabajo del gobierno como parte de las soluciones “a largo plazo” a la crisis del agua. Presentó “los compromisos asumidos por el gobierno dominicano como el Pacto Nacional por el Agua; la propuesta de una Ley de Agua, la reforma del marco legal e institucional, optimización de la gobernanza, el aumento de la inversión pública y la mejora de la calidad”.

No se habló del nuevo Plan de Manejo Integral de Cuencas Hidrográficas Prioritarias anunciados en febrero y aún el país no ha registrado ninguna iniciativa en la plataforma de la Plataforma de la Agenda de Acción por el Agua de la ONU.

Organizaciones como WWF Internacional destacan como en 50 años, el mundo ha perdido el 83% de las poblaciones de especies de agua dulce. Es el resultado más evidente del daño que hemos hecho, y seguimos haciendo, a nuestros ríos, lagos y humedales. Un dominicano de hoy día con más de 50 años podrá recordar como los ríos del país estaban preñados de múltiples especies de peces, camarones y jaibas.

Asimismo, en estos últimos 50 años se ha perdido un tercio de los humedales del mundo, y su destrucción sigue siendo más rápida que la de los bosques. Los ríos y lagos son los ecosistemas más degradados del mundo, con poblaciones de peces al borde del abismo, lo que a su vez pone en riesgo la seguridad alimentaria de las comunidades.

En el país podemos pasar un balance de cinco siglos. Los resultados serían tenebrosos si nos vamos a las crónicas de Fray Bartolomé de las Casas en sus historias de La Española y la riqueza de sus ríos y bosques hasta Domingo Marte y su “Ríos Dominicanos”. En esta obra, solo basta echar un ojo al prólogo escrito por Frank Moya Pons que como fino historiador nos recuerda que solo en el Cacicazgo de Maguá, territorio del Valle de La Vega Real, Las Casas estimó la existencia de más de 30 mil ríos y arroyos, entre los cuales existían doce tan grandes como el Ebro, el Duero y el Guadarquivir de España” y todos descendían de la Cordillera Central “una sierra que está al poniente”.

Todo lo discutido en la Conferencia del Agua de la ONU en Nueva York, cada iniciativa de cada país u organización, cada sueño sembrado en los debates y eventos paralelos conducen a un solo elemento: la responsabilidad de gobiernos, empresas y ciudadanos frente a sus fuentes de aguas que combinan bosques y ríos y de la cual República Dominicana no debería estar ajena.