En el Atlántico te espera Playa Rogelio y su bulevar del pescado

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El Atlántico, al norte de República Dominicana, tiene un encanto especial por su versión apacible del vibrante mar Caribe que rodea la isla. En esas costas paradisíaca transcurre la vida de la comunidad Villa Magante de Gaspar Hernández, y aquí te espera Playa Rogelio y su bulevar del pescado.

Playa Rogelio está considerada como una de las más hermosas de la costa norte en la bahía Esmeralda y una zona especial para el ecoturismo en República Dominicana.

Con sus aguas color turquesa sobre arenas doradas, protegidas por inmensos cocotales y bosques de uvas de playas ofrece un paisaje anclado en pasado sin grandes o pomposas construcciones hoteleras, pero si con el sabor a pueblo de sus “casetas de playas” atendidas por los propios parroquianos del lugar, pero sin vendedores ambulantes ni bullicios.

Uno de los pocos proyectos de turismo comunitario en la comunidad Villa Magante de Gaspar Hernández en la carretera de la Costa Norte, entre Cabarete y Nagua, próximo a Río San Juan.

Un esfuerzo comunitario

Clarine Balvuena en su bar y gril en Playa Rogelio
Clarine Balvuena en su bar y gril en Playa Rogelio

Clarine Balbuena es una vocera natural de la Asociación de Vendedores Playeros compuesta por más mujeres que hombres.

Cada mañana unen fuerzas con la meta de llevar a Playa Rogelio a otro nivel y ofrecer una especie de paraíso virgen que ignora las ansiedades propias de destinos atrapados en el hacinamiento de lo sin régimen y sin reglas.

“Nuestra marca es una playa virgen bien cuidada por nosotros. La calidad del servicio  y la calidad de la comida que ofrecemos a los visitantes”, expresa Balbuena, especialista en administración hotelera mientras prepara un cóctel de frutas desde su Clarine Beach Bar Restaurant.

Playa Rogelio y su Boulevard basan su oferta gastronómica en pescados al coco o fritos; y mariscos con precios que van entre doscientos y ochocientos pesos.

Comunitario y sostenible

Un rincón que impacta como proyecto de turismo verdaderamente comunitario y sostenible. Sus empleados son de la comunidad, la base de sus ofertas en los restaurantes y bares también. Los pescados y mariscos los surten los pescadores de Magante. Los víveres, frutas y carnes son de los productores agropecuarios del poblado. Y de sus beneficios aportan para  obras sociales de la comunidad.

Esperan superar las visitas de la Semana Santa pasada durante la que llegaron entre 7 mil a ocho mil visitantes pues en Magante cuentan con pequeños hoteles y una gran área de camping a orilla de playa Rogelio y su Bulevar del Pescado.

Es urgente el apoyo a Playa Rogelio

Parte-de-los-vendedores-asociados-en-Playa-Rogelio
Partes de los vendedores asociados en Playa Rogelio para operar el Bulevar del Pescado.

El Bulevar del Pescado lo componen doce pequeñas casetas, en su mayoría maltrechas. Operan dos tercios de las mismas pobremente equipadas. Pequeños restaurantes y bares típicos que forman parte de un paisaje criollo propio del siglo pasado en el que se respira la paz de un chaise longue en una playa virgen.

Playa Rogelio seduce rápido y fácil pero es urgente la intervención de la vía de acceso desde Magante hasta el mar; la construcción de servicios sanitarios en el Bulevar y el remozamiento de las casetas de los vendedores. Es casi imperioso el apoyo solidario de una visita que sorprenda la desesperanza de decenas de familias que viven del proyecto de turismo comunitario.

Con tantas riquezas naturales y una cultura rural en tierra fértil, estas mujeres y hombres esperan la mano de escuelas de turismo y de gastronomía, de fundaciones con sabor a solidaridad para trabajar “una oferta gastronómica local y un remozamiento de sus restaurantes y bares diferenciados y mejor ubicados inspirados en el mar y en la tierra fértil de la costa como lo definen los estudios y propuestas de la Asociación para el Desarrollo de la provincia Espaillat (ADEPE).

Quienes ahora sostienen a Playa Rogelio y su Bulevar del Pescado muestran las energías para gestionar el destino. Sin embargo reflejan la desesperanza de las promesas olvidadas, y el temor a los nuevos conquistadores con capitales soberbios y peregrinos que llegan y se apropian de la tierra y del mar, de la gente y de su historia, tornándolo todo en algo extraño, ajeno y lejano robándonos paraísos como el que nos permite este destino obligado para su agenda en el largo verano que nos espera desde ya.