México. – El Caribe mexicano enfrenta una de las crisis ambientales más preocupantes de los últimos años: la llegada masiva de sargazo, un fenómeno, que ya había afectado a la región en temporadas anteriores, ha alcanzado en 2024 cifras históricas que superan ampliamente los niveles registrados en años pasados, cubriendo de algas las playas de destinos emblemáticos como Cancún, Playa del Carmen y Tulum.
Los reportes indican que la acumulación del alga marrón no solo afecta el paisaje y la calidad del agua, sino que representa una amenaza directa para la biodiversidad marina, la salud pública y, especialmente, para la actividad turística, pilar económico de la región.
Las grandes masas de un alga de color marrón-amarillento llamada Sargassum (sargazo) se ha convertido en un problema que se reitera anualmente en las comunidades de Florida, el Caribe y la Costa del Golfo.
Según los monitoreos que realiza la Universidad del Sur de Florida, en mayo 2025 se detectaron casi 37.5 millones de toneladas de sargazo en el mar Caribe, el Atlántico occidental y oriental y en el Golfo de México: es la mayor cantidad registrada desde que los científicos comenzaron a estudiar el Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico en 2011 y el doble de lo que hubo en 2018, por ejemplo.
Según datos de la Red de Monitoreo del Sargazo en Quintana Roo, el volumen de esta alga flotante que ha arribado a las costas del Caribe mexicano desde marzo ha superado con creces las proyecciones más pesimistas.
Las imágenes aéreas y los reportes diarios muestran extensas franjas del litoral completamente cubiertas por el sargazo, generando un impacto visual y ambiental que se traduce en cancelaciones de reservas hoteleras, caída en las visitas a las playas y un creciente malestar entre los operadores turísticos.
El sargazo en la Conferencia sobre los océanos en Niza
El tema del sargazo y sus daños al medio ambiente y a la industria turística fue centro de atención ayer en la Conferencia de la ONU sobre los Océanos (UNOC3) en Niza, Francia.
Aquí, el sargazo ha sido reconocido como una emergencia regional y una amenaza para los países insulares del Caribe.
El presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, en su intervención en la Conferencia, solicitó que la ONU reconozca la proliferación del sargazo como una emergencia regional y que se atienda con urgencia. Además, ha alertado sobre el impacto del sargazo en la economía, la salud y el medio ambiente, y ha llamado a una respuesta global coordinada.
En el evento, Antonio Guterres, secretario general advirtió que los países “le estamos fallando al océano” alertando sobre otros males que la humanidad provoca a los mares por el impacto del cambio climático, la sobrepesca, la contaminación y la acidificación en los ecosistemas marinos, mientras arrecifes colapsan y el nivel del mar amenaza con tragarse costas e islas enteras.
El turismo en jaque en las costas caribeñas de México

Hoteles y autoridades locales han intensificado los esfuerzos de limpieza, pero el ritmo de llegada del alga sobrepasa las capacidades de respuesta, generando acumulaciones que, al descomponerse, producen olores fétidos y liberan gases nocivos como el ácido sulfhídrico.
La situación ha obligado a los empresarios turísticos a elevar sus voces y reclamar con urgencia una intervención más decidida por parte del Gobierno federal. Desde asociaciones hoteleras hasta cámaras empresariales del sector turístico, todos coinciden en que el problema del sargazo ya no puede abordarse como un fenómeno estacional o aislado, sino como una emergencia ambiental recurrente que exige una estrategia integral, sostenida y científica.
Proponen la creación de un organismo interinstitucional permanente que coordine la vigilancia satelital, las barreras marítimas de contención, la recolección en altamar y el aprovechamiento industrial del sargazo, antes de que toque tierra.
El impacto económico es innegable. Si bien todavía no existen cifras oficiales actualizadas para este año, las estimaciones preliminares apuntan a pérdidas multimillonarias derivadas de la menor afluencia turística, el aumento de costos operativos en los hoteles por la limpieza de playas y mantenimiento de infraestructura, y el daño reputacional para un destino que, durante años, ha liderado las preferencias del turismo internacional.
Tour operadores internacionales han comenzado a modificar sus paquetes, desviando a sus clientes hacia otros destinos del Caribe que, aunque también enfrentan la presencia de sargazo, lo hacen en una escala más manejable. La competencia regional se intensifica, y México corre el riesgo de perder posicionamiento si no logra ofrecer soluciones visibles y sostenibles.
Las causas del fenómeno son complejas y multidimensionales. Expertos coinciden en que el aumento en la proliferación del sargazo está estrechamente relacionado con el cambio climático, el calentamiento de las aguas del Atlántico y los niveles elevados de nutrientes derivados de actividades humanas, como la agricultura intensiva en América del Sur, que terminan vertidos al mar a través del Amazonas. Estos nutrientes fertilizan las aguas del océano y alimentan la expansión acelerada del alga. La corriente del Atlántico la transporta hacia el mar Caribe, donde encuentra condiciones propicias para acumularse masivamente frente a las costas mexicanas.
A pesar de los esfuerzos locales, como la instalación de barreras flotantes y el uso de embarcaciones sargaceras, la falta de una política nacional clara, un presupuesto federal adecuado y coordinación efectiva entre niveles de gobierno ha impedido que estas acciones sean verdaderamente eficaces.
El sargazo se ha convertido, no solo en un problema ambiental, sino en un símbolo de la necesidad de mayor gobernanza ambiental y de una política turística resiliente ante los nuevos desafíos que plantea el siglo XXI.
Mientras tanto, la imagen de playas paradisíacas cubiertas de algas continúa propagándose por redes sociales y medios internacionales, afectando la percepción del destino justo en plena temporada alta.
Los turistas, cada vez más informados y sensibles a cuestiones medioambientales, buscan opciones más limpias y sostenibles, lo que obliga al Caribe mexicano a repensar su modelo de gestión costera y su capacidad de respuesta ante fenómenos naturales que ya no son excepcionales, sino parte del nuevo escenario climático global.
Fuente: TSTT y agencias